Se adelanta una definición de juventud dada por el Instituto Mexicano de la Juventud (2007, p. 19): “es una categoría que se define por el tipo de interacciones y límites que se establecen al interior de una sociedad, que se constituye de maneras diferenciadas, según los ‘lugares’ (plataformas y referentes juveniles en la percepción y construcción de representaciones para actual en el mundo) estructurales y simbólicos que los actores juveniles ocupan en la sociedad”. Entonces, las identificaciones juveniles se conforman como prácticas que organizan pertenencias y diferenciaciones; y “es en esta articulación de prácticas significantes mediadas por el consumo cultural donde cobran forma los estilos de vida juveniles” (IMJUVE, 2007, pp. 18-19).
“La juventud no es una condición natural sino una construcción histórica que se articula sobre recursos materiales y simbólicos. La distribución social de estos recursos es asimétrica. Se es joven de diferentes maneras en función de la diferenciación social, de parámetros como el dinero, el trabajo, la educación, el barrio, el tiempo libre. La condición de juventud no se ofrece de igual manera para todos los integrantes de la categoría estadística joven” (Margulis y Urresti, 1996, p.133).
Sin embargo, las opciones de vida disponibles para los jóvenes se encuentran definidas por aspectos de orden estructural que muchas veces rebasan los empeños individuales. Las trayectorias juveniles se enmarcan en las características especificas de la clase social de pertenencia –definida por condiciones históricas estructuradas– que por su ubicación socioeconómica, tienen intereses afines que dimanan de las condiciones objetivas de vida compartidas y desde estos intereses comunes se pueden construir destinos, objetivo y adversarios comunes (Valenzuela, 2009, pp. 114-115).
Hablar de las culturas juveniles, sus praxis culturales y su estilo de vida en relación con los procesos culturales y educativos, requiere también discutir la condición relacional de la juventud, pues los temas y proyectos prioritarios que definen los procesos de vida juveniles no son ajenos a los grandes problemas de los proyectos sociales dominantes (Valenzuela, 2009, p. 116). Por lo que, hablar sobre los problemas de la juventud, nos remiten a cuestionarnos sobre los problemas de la sociedad en general, pero los jóvenes son más vulnerables a sus efectos.
En la investigación empírica se pueden mencionar diversos trabajos, como los realizados por Rossana Reguillo sobre el papel que juega la comunicación en la constitución de la identidad de las bandas juveniles en Guadalajara, y que examinan la relación entre territorios, ritos, competencias e identidades; el trabajo de José Manuel Valenzuela sobre el desarrollo de una cultura juvenil particular –los góticos y la simbología dark– en Tijuana; el trabajo de Germán Muñoz que indaga en las culturas juveniles urbanas mediante la recepción de la música rock; el estudio de Alonso Salazar sobre las bandas juveniles en Medellín, una subcultura que entrelazada con el fenómeno del narcotráfico desarrolla formas peculiares de religiosidad, lenguajes profanos y una actitud desafiante ante la muerte; y el estudio de Ana Wortman sobre los consumos culturales de jóvenes de clases medias argentinas y su relación con la conformación de identidades sociales (Reguillo, 1995; Valenzuela, 2000; Muñoz, 1998; Salazar, 2002; Wortman, 2003). Esto permite apreciar el desarrollo de una línea de investigación que explícita o implícitamente examina la conformación de las culturas juveniles –y los cambios culturales de los jóvenes– en su relación con los consumos culturales. (CEPAL, 2004, p. 244).
La palabra "vulnerabilidad" posiciona a los jóvenes en un estado de indefección o peligrosidad que puede ser contraproducente si queremos evitar representar a las juventudes como un conjunto de sujetos inacabados y dependientes o ¿qué piensas al respecto?
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